Por: Carlos
Schickendantz[1]
Universidad
Católica de Córdoba
Introducción
Dos comentarios introductorios:
- I -
En buena parte de occidente vivimos, en
cierto modo, una nueva situación: una sociedad ideológica y religiosamente
plural. El pluralismo es un hecho antes que una ideología o forma de
pensar. Estamos llamados a convivir juntos, personas y grupos, con
cosmovisiones más o menos desemejantes.
El cristianismo está profundamente
desafiado: cómo se inserta él en los procesos de diálogo y consenso típico de
las democracias pluralistas contemporáneas.
En la introducción al libro de 2006
escribí: “Este libro se inscribe también en un conciente marco caracterizado
por el pluralismo. No le costará al lector/a advertir posiciones
diferentes y a veces contrarias entre los diversos autores y autoras. Pero,
¿cómo podremos vivir juntos sin crear espacios institucionales donde resuenen
voces diversas? Pero no hay que hacerse ilusiones. Soy cada vez más conciente
que esta característica, el pluralismo, tan exaltada y deseada (sobre todo en
los ámbitos académicos), plantea tales exigencias que, con facilidad y casi sin
advertirlo, se abandona el camino; este peligro acecha por igual a
conservadores y progresistas. El marco plural, por lo demás, no opaca, más bien
reclama, la búsqueda de razones éticas fuertes que sostengan la convivencia
ciudadana”.[5]
Deberíamos suponer que todavía no nos es
completamente claro, en cada uno de los temas, formular las fronteras a la hora
de definir cómo y hasta qué punto determinadas enseñanzas propias del
cristianismo pueden o deben convertirse en políticas públicas.
Además, no puede desconocerse que en el
mismo cristianismo, en general, y en el catolicismo, en particular, existe hoy,
de hecho, un pluralismo importante, a veces aparentemente irreconciliable.
Las diferentes opiniones que se hicieron
públicas las semanas pasadas en Córdoba es una buena muestra de una situación
mucho más general. Es fácil constatar que el tema que nos ocupa marca
profundamente, e incluso divide a la iglesias (por ej., en la Comunión
anglicana, la ordenación de obispos en una relación homosexual estable).
Además, aunque hay estabilidad en la
enseñanza oficial de la Iglesia, no puede desconocerse que en el siglo XX
se han producido modificaciones o nuevas acentuaciones muy importantes, tales
como, en el Vaticano II, el abandono de la doctrina del fin primario y
secundario en el matrimonio. Piénsese también en la profunda revisión que han
sufrido la interpretación de los textos bíblicos. Hoy existe una amplia
discusión entre los estudiosos de la Biblia acerca del significado exacto del
texto de Sodoma (Gn 19, 1-29), que le dio nombre incluso a cierto tipo de
relaciones sexuales caracterizado como pecaminoso, sodomía. Es fundamentalmente
un texto sobre el deber de la hospitalidad, sin que se excluya en base a otro
texto, del libro del Levítico 18,22, la prohibición de determinadas conducatas
sexuales.[6]
Recuérdese que la cita del Génesis ha sido el texto más influyente en la
historia del cristianismo para una condena de la homosexualidad. Los ejemplos
podrían continuar.
- II -
Cambios profundos en la manera de
pensar y vivir la sexualidad a partir de la “revolución” cultural de la década
del 60’. Baste pensar lo que significó la píldora anticonceptiva. A eso puede
sumarse el desarrollo de un movimiento tanto intelectual cuanto socio-político
en torno al feminismo, y a los planteos teóricos y movimientos sociales
amparados bajo la categoría de género. Es también la búsqueda de ciudadanía,
digámoslo así, de nuevos sujetos que, en buena medida, cuestionan el “contrato
heterosexual” (Wittig). Se trata de procesos complejos, ambivalentes, que
necesitan análisis detallados para hacerle justicia a dicha complejidad.
Uno de los datos más relevantes en las
sociedades actuales: la nueva posición de las mujeres. Naturalmente esto
plantea nuevas posibilidades y nuevas tensiones, reformulaciones de roles y de
derechos.[7]
No puede negarse que occidente, y la Iglesia en ella, tienen una deuda
milenaria en este punto.
Al respecto, en la introducción al libro
de 2003, citado, escribí: “En casi todas las culturas, también en nuestra
América Latina y en nuestra Argentina, «la pobreza tiene rostro de mujer». No
existe estudio de la realidad social que no advierta que las mujeres son las
más perjudicadas cuando se observan diversos parámetros: violencia familiar,
explotación sexual, marginalidad, inferior condición laboral, relegamiento en
los cargos directivos, etc. Una universidad debe encontrar maneras propias de
denunciar y oponerse a estas prácticas injustas, ante todo, examinando
críticamente los discursos y las mentalidades que las sustentan. No constituye
un tema optativo.”
- III -
Nuevos acentos en la autocomprensión de
la Iglesia a partir del Vaticano II que pueden concretizarse en el
documento «Dignitatis humanae» sobre la libertad religiosa o en la importancia
del diálogo como método para realizar la tarea propia de la Iglesia.
Al respecto, encuentro muy feliz una
formulación en un texto ecuménico referido al diálogo sobre asuntos
morales, que puede ser aplicada de manera más general: “En el diálogo, primero
debemos tratar de entender los puntos de vista morales y las prácticas de otros
tal como ellos las comprenden, de modo que cada uno pueda reconocerse a sí
mismo en las descripciones. Sólo después podemos evaluar a los otros a partir
de la propia tradición y experiencia.”[8]
Autocríticas:
Dialogar con las personas de otras
experiencias, inclinaciones sexuales y cosmovisiones. La paciente escucha del
otro, diferente a mi, es una vía privilegiada a la verdad. Me parece oportuna
la crítica de Stephen Pope a la estrategia de los obispos norteamericanos
frente a iniciativas legislativas semejantes a la actual en Argentina: han
hablado sobre los homosexuales, no con ellos.[9]
Por otra parte, pienso que es necesario
dialogar con la categoría de género.[10]
Comprender su complejidad, la pluralidad incluso contradictoria de sus
posiciones; hay en ella un núcleo de verdad que subraya la importancia de lo
cultural; por otra parte, es bueno advertir que, tras formulaciones académicas,
se encuentran biografías de personas que han sufrido fuertemente la
discriminación por poseer tendencias y deseos sexuales que nunca eligieron sino
que son “naturales” para ellos, etc.
Ella puede ayudar a superar algunas
limitaciones importantes de la tradición cristiano-occidental: de la
mujer a las mujeres (plural!), de lo unilateralmente biológico a un mayor
equilibrio, valorando la importancia no menos decisiva de lo cultural.
Si uno revisa la evolución de la comprensión
de la noción de sexualidad, de matrimonio (por ejemplo, el doble fin del
matrimonio) sufrida en el mismo siglo XX no puede negarse a pensar que
ulteriores desarrollos son posibles y, quizás, necesarios.
Necesidad, también, de cruzar esta noción,
género, con otras variables no menos importantes: raza, pobreza, etc.
La importancia teórica y práctico-política
de esta variable (perspectiva de género) puede medirse, por ejemplo, por la
relevancia de los estudios históricos. En la introducción del libro de 2005,
comentando un artículo referido a la historia de Córdoba en perspectiva de
género, escribí: “En el primer artículo la profesora Patricia Roggio sobre «La
problemática de las trabajadoras de la confección a domicilio en las primeras
décadas del siglo XX» constata que el estudio del mundo del trabajo desde una
perspectiva de género es un universo relativamente poco explorado en la
historiografía cordobesa. Otra constatación es quizás más importante. Este
universo laboral femenino constituye uno de los eslabones más débiles de la
condición obrera, con escasa presencia social y casi nula o por lo menos tardía
organización gremial, absoluta desprotección estatal, carencia de legislación
laboral protectora, jornadas desmedidas, espacios de trabajo antihigiénicos,
salarios irrisorios, etc., y todo esto sumado a su labor doméstica cotidiana,
la crianza de los hijos y la responsabilidad por la casa, dejada a su
exclusividad. Es elocuente una descripción periodística de la época: “las
miserias infinitas, el calvario permanente de este ejército numerosísimo que
está constituido por infelices desamparadas sin más patrimonio que el trabajo
de la aguja, el trabajo de la máquina” (La Voz del interior, 13 de enero de
1916). Un futuro menos injusto se construye sobre la memoria de las víctimas.
La posibilidad de que los padecimientos del pasado no vuelvan a repetirse
reside también en la memoria. El artículo tiene el mérito de llamar la atención
sobre sufrimientos indecibles en biografías sin nombre, que han quedado
ocultos, incluso para sus mismos contemporáneos. Considero que es un deber
primordial de un universitario el sacar a la luz los sufrimientos humanos,
recordar lo que ordinariamente queda en el olvido.”[11]
- IV -
Quién se aproxime hoy con espíritu abierto
a los diversos estudios sobre las homosexualidades se encontrará con un
mundo extremadamente complejo (tanto como el heterosexual), cargado de interrogantes,
con fronteras no definidas (su origen, sus causas, su naturaleza, su relación
entre lo genético, lo biológico y lo cultural, etc.).[12]
Homosexualidades, en plural. Un degradé.
Piénsese en las diferencias constatadas en relación a las características
referidas a la homosexualidad masculina y femeninas, por ejemplo.
Cantidad: difícil de medir. Algunos
estudios: 1%-4% entre mujeres y 4% - 16% entre hombres; es decir, se trata de
una minoría, pero con una gran cantidad de personas.
Una realidad compleja y todavía muy
desconocida: recién en 1974 la Academia Americana de Pediatría la quitó de la
lista de la categoría de trastornos mentales.
Se trata de una disposición fundamental u
orientación no elegida y de difícil transformación. De allí que buena parte de
los estudiosos hoy aconsejen el ayudar a estas personas a aceptar su situación,
y vivir de una manera responsable, particularmente, construyendo relaciones
humanas estables y generosas.
Actividad sexual: los datos no respaldan
la idea de una focalización en la actividad sexual. Durabilidad de las parejas
y promiscuidad es un dato real, pero con explicaciones múltiples.
En este punto no se debe minusvalorar la
importancia destructiva del rechazo social introyectado, interiorizado desde la
más temprana infancia; se despierta una agresión contra la sociedad que se
convierte inexorablemente en autoagresión. Uno podría preguntarse qué pasaría
si un heterosexual fuera sometido a la misma presión desde la infancia.
Una minoría se ha rebelado y expresado
activa, mediática, y a veces violentamente, pero la mayoría lo sufre
silenciosamente. Identificar ambas realidades constituye un error de apreciación.
Un grupo estigmatizado, culturalmente despreciado y, a menudo, perseguido y
torturado. Es, más de lo que se cree, un mundo de sufrimientos.
La realidad de los ghettos o colectivos
gays es una problemática muy particular que también merece un análisis
cuidadoso.
Debemos reconocer que vivimos en una
cultura homofóbica, cargada de prejuicios, desconocimientos, lenguaje agresivo
y despectivo, etc. No debemos olvidar que estamos frente a un grupo social
históricamente marginado que hace demandas de justicia y reconocimiento. Con
las experiencias históricas acumuladas (negros, indios, mujeres, judíos, etc.)
deberíamos aprender que cuando un grupo minoritario aduce discriminación, la
sociedad está invitada particularmente a prestar atención. Hay que aprender de
la historia.
El “silencio” de Jesús en los evangelios
referido a la homosexualidad, como con otros temas de la “ética sexual”, no
puede sobrevalorarse, pero tampoco minusvalorarse. Existe un único lugar en el
Antiguo Testamento (Lv 18,22) dentro de los catálogos normativos y está
enmarcado, evidentemente, en un contexto de ritos de purificación, de
distinción con los cultos cananeos y una afirmación de la identidad israelita.
En el Nuevo Testamento el tema no es nunca objeto de un tratamiento
directo. En las tradiciones de los evangelios sinópticos y los escritos juáneos
no juega ningún rol. Aparece en ámbitos culturales de relación con el mundo
pagano (Rm 1,27). Como se ve, en esos contextos están en juego temas muy
importantes como la idolatría. Por tanto, existe hoy un delicado equilibrio
entre reducir a la insignificancia los textos bíblicos que condenan la práctica
homosexual y el no reconocer las importantes revisiones en la interpretación de
ellos, particularmente atendiendo a su contexto socio-cultural.
La tradición eclesial no ha sido
conciente, no podía serlo, de que la homosexualidad es más bien una condición
que se descubre y no consecuencia o fruto de una elección (aún hoy se repite la
idea de una sexualidad elegida; es una expresión más de la ignorancia y
prejuicios que rodean este tema). De allí la convicción en Pablo o Tomás de
Aquino de que ese pecado era expresión de una persona depravada. Por otra
parte, la preeminencia otorgada a la procreación favoreció, históricamente, la
condena con mucha mayor fuerza de la homosexualidad que del adulterio. Como
sucede con todos los temas referidos a la sexualidad la historia del desarrollo
de estas ideas es extremadamene compleja. Hoy poseemos nuevas luces que nos
ayudan a distinguir los condicionamientos culturales de las formulaciones
propiamente doctrinales de la Iglesia.
La doctrina de la Iglesia distingue entre
constitución u ordenación y conducta ética, es decir, práctica de relaciones
sexuales con personas del mismo sexo.[13]
Hoy en día surgen muchas preguntas. Por
ejemplo: si la expresión “desorden objetivo” para hablar de dicha constitución
no favorece un estigma negativo y ofensivo de dichas personas o, también, las
dificultades que plantea para una persona la prohibición de toda práctica
sexual a lo largo de toda la vida. Dos soluciones posibles: renuncia a todo
acto corporal o la concreción de una relación lo más madura, estable, respetuosa
posible. Esta última posibilidad la proponen algunos usando un principio moral
clásico: mal menor.[14]
[1] El presente
texto fue utilizado para el encuentro organizado por el Instituto Jacques
Maritain el jueves 3 de junio de 2010 en el Salón Regino Maders de la
Legislatura de la Provincia de Córdoba, en un panel integrado por los
Doctores Inés del Riego, Daniel Lasa y Carlos Schickendantz, y coordinado
por la Dra. Rosa Ávila Paz. Por tanto, se trata de un mero apunte de ideas allí
presentadas.
[2] A partir de un
artículo de R. Haight, “Lessons From an Extraordinary Era. Catholic Theology
since Vatican II”, en
www.americamagazine.org/content/article.cfm?article_id=10686 pongo de relieve
una mirada agradecida, optimista y esperanzada en base a los grandes avances de
la teología de nuestro tiempo, también en el ámbito temático del panel que hoy
nos convoca.
[3] Hice referencia
a una iniciativa académica que desde hace varios años se concreta, bajo mi
responsabilidad, en el ámbito de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad Católica de Córdoba. Se han realizado ya nueve seminarios
semestrales, entre los años 2003-2010. Han contado con la participación de
alrededor de 230 personas (sumando los nueve seminarios), con 20 disertantes
diversos; cinco de ellos estables, pertenecientes a diversos ámbitos disciplinarios:
historia, letras, psicología, filosofía, teología.
[4] Cf. C.
Schickendantz (ed.), Mujeres, género y sexualidad. Una mirada interdisciplinar,
Educc, Córdoba 2003; id. (ed.), Religión, género y sexualidad. Análisis
interdisciplinares, Educc, Córdoba 2004; id. (ed.), Cultura, género y
homosexualidad. Estudios interdisciplinares, Educc, Córdoba 2005; id.
(ed.), Mujeres, identidad y ciudadanía. Ensayos sobre género y sexualidad,
Educc, Córdoba 2006; id. (ed.), Feminismo, género e instituciones. Cuerpos
que importan, discursos que (de)construyen, Educc, Córdoba 2007; id. (ed.),
Memoria, identidades inestables y erotismo. Textos sobre género y feminismos,
Educc, Córdoba 2008.
[5] C
Schickendantz, “Introducción”, en id., Mujeres, identidad y ciudadanía.
Ensayos sobre género y sexualidad, 13-31, 14.
[6] Cf. por ej., R.
Clifford – R. Murphy, “Genesis”, en R. Brown - J. Fitzmyer - R. Murphy (eds.), The
New Jerome Biblical Commentary, New Jersey 1990, 8-43, 23; A. Awi M., “¿Qué
dice la Biblia sobre la homosexualidad?” Teología y vida 42 (2001)
377-398; W. Korff, “Homosexualität”. III. Theologisch-etisch”, en Lexikon für
Theologie und Kirche 5, Freiburg i.Br 2009, 255-259, 256.
[7] Cf. por ej.,
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, “La búsqueda de nuevos
imaginarios de género. El impacto de los cambios en el Chile actual”, en C.
Schickendantz (ed.), Mujeres, identidad y ciudadanía, 71-104.
[8] Joint Working Group between the
Roman Catholic Church an the World Council of Churches, “The Ecumenical
Dialogue on Moral Issues”, September 1995, Guidelines, 2
(www.wcc-coe.org/wcc/who/crete-08-e.html).
[9] Cf. S. Pope,
“Los argumentos del Magisterio contra el ‘matrimonio homosexual’. Análisis
ético y crítica”, en C. Schickendantz (ed.), Cultura, género y
homosexualidad, 235-292.
[10] En este punto,
me parece ejemplar, por citar un caso importante, K. Lehmann, “Teología y
cuestiones de género”, en C. Schickendantz, Mujeres, identidad y ciudadanía,
211-236.
[11] C.
Schickendantz, “Introducción”, en id., Cultura, género y homosexualidad.
Estudios interdisciplinares, 13-25, 13s.
[12] Cf. por ej., T.
Rendtorff, “Homosexualität”, en A. Hentz y otros (eds.), Handbuch der
Cristlichen Ethik. 2., Freiburg i.Br. 1993, 177-195; C. Domínguez Morano,
“El debate psicológico sobre la homosexualidad”, en J. Gafo (ed.), La
homosexualidad: un debate abierto, Bilbao 42004, 13-95; J. Gafo,
“Cristianismo y homosexualidad”, en ibid., 189-222. La conciencia de esa
complejidad puede advertirse en los juicios muy moderados de personalidades
intelectuales relevantes de la Iglesia actual: K. Lehmann, Es ist Zeit, an
Gott zu denken, Freiburg i.Br. 2000, 55-60; C. Martini – G. Sporschill, Jerusalemer
Nachtsgespräche. Über das Risiko des Glaubens, Freiburg i.Br. 22008,
112ss. (De ambos hay ahora traducción castellana)
[13] La enseñanza
oficial actual de la Iglesia puede encontrarse en el documento de 1975,
Congregación para la Doctrina de la Fe, “Declaración Persona humana sobre
algunas cuestiones de ética sexual”, nº 8, en el Catecismo de la Iglesia
Católica nn. 2357-2359.
[14] Cf. W. Korff,
“Homosexualität.”, 257. Sobre las uniones civiles la posición oficial de la
Iglesia se encuentra, particularmente, en dos textos de la Congregación para la
doctrina de la fe, “Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al
compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”, 2002;
“Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones
entre personas homosexuales”, 2003.
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