lunes, 11 de marzo de 2019

Jesucristo y los Salmos

Por: Santiago F. Garavaglia Vodopia 

Introducción
Según el Génesis, Dios descendía todas las tardes, en la brisa del fin del crepúsculo, para conversar con Adán. Entonces, ocurría un diálogo sublime y de Adán emanaban cánticos e himnos de alabanza a Dios, y de Dios una invitación a Adán al aspecto más excelso de la dignidad humana: la vocación del hombre a la comunión con Dios.

De la misma manera, santa Teresita afirmaba que “la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor en medio de la prueba o en medio de la alegría”.

Así pues, a través de la oración es como el hombre se comunica con su Creador, una vez que en el corazón humano está impreso el deseo natural de tender a lo Absoluto, como corolario del inestimable don de haber sido creado “a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 26).

Este escrito, intentará mostrarnos la revelación de la figura de Jesús, en el Libro de Salmos; haciendo énfasis luego en su sufrimiento y sacrificio. Los Salmos son eco de todas las experiencias bíblicas, que hablan necesariamente de Cristo a la vez que lo revelan en el cumplimiento de su misión. Jesús está presente en todo el entramado bíblico de los Salmos, resumen de toda la Biblia... No se trata en absoluto de sobreañadir a Cristo a los Salmos. Se trata simplemente de reconocerlo en el sentido más profundo, oculto en la densidad de los mismos. Todo el Salterio cuenta el misterio de Cristo entre nosotros, si se le comprende y despliega en toda su riqueza bíblica.

Los primeros cristianos, guiados por el Espíritu Santo, intentaron percibir el sentido profundo de las palabras y de los hechos de Jesús, de comprender en concreto cómo aquel a quien reconocían como el Mesías pudo ser condenado a muerte. Es menester nuestro también hoy, aprender de Jesús y de nuestros primeros hermanos cristianos a releer nuestra vida a la luz de los Salmos. 


Origen de los Salmos
La palabra Salmos, viene del término griego salmoi. El significado de la palabra "Salmos", viene de la traducción de varias palabras griegas, las cuales traducidas, le dan los siguientes nombres: alabanza, salterio, oración, himno, composición o canto de alabanza a Dios, canción cantada con acompañamiento de un instrumento de cuerda.

En hebreo, Tehilim, "Alabanzas", son un conjunto de cinco libros de poesía religiosa hebrea que forma parte del Tanaj judía y del Antiguo Testamento cristiano. Suele encontrarse entre los libros de Job, Proverbios, Cantares.

Hasta hace algunos años, la opinión común entre los críticos era que todos los Salmos eran de composición reciente, de después del segundo Templo y pocos eran data¬dos antes del exilio. La tendencia era de ponerlos en general en la época de los Maca¬beos, libro compuesto hacia el año 100 a.C., y que refiere a los acontecimientos que van desde la ascensión al trono de Antíoco IV Epífanes, en el año 175 a.C., hasta la muerte de Simón, el último sobreviviente de los hermanos Macabeos, en el 134 a.C.

No obstante esa opinión ya se ha demostrado insostenible. Es probable que casi ningún Salmo se remonte a la época de los Macabeos. Actualmente gran parte de los Salmos son considerados preexílicos (siglo VI a.C.). La datación, sin embargo se efectúa con marcos muy fluidos.


Contexto y ambiente de oración de los Salmos en tiempos de Jesús
Los evangelios nos muestran un Jesús orante. En el centro de esta vida de oración, están los Salmos. Jesús meditaba la Escritura para descubrir en ella una luz que diera sentido a su existencia cotidiana, para averiguar en ella la voluntad del Padre. Después del exilio a Babilonia, los judíos crearon la costumbre de reunirse para rezar y esto de a poco fue adquiriendo un ritmo diario a partir de la Casa (en el ambiente familiar); semanal en la Sinagoga (con la comunidad); anual en el Templo de Jerusalén (con toda la nación). Dentro de este contexto, impregnado por la oración de los Salmos, fue que nació Jesús. Así creció y se desarrolló, aprendiendo en la escuela de la vida, en la sinagoga; hasta que un día en el templo formuló su propio Salmo y lo enseñó a sus discípulos. Los primeros cristianos, sobre todo Lucas y Juan, conservaron una imagen de Jesús orante que llega hasta nuestros días. La imagen de un Jesús que vivía en permanente contacto con el Padre, a punto de que la voluntad del Padre, era su alimento diario (Jn 5,19). En varios momentos aparece rezando y principalmente en los momentos decisivos de su vida. En el centro de esta vida de oración están los Salmos. Pero ¿Qué Salmos utilizó Jesús para expresar su misión? 


El Mesías en los Salmos
Sin lugar a dudas, el tema central de los Salmos es Cristo, y por eso muchos de estos Salmos mesiánicos tratan de Él y su obra. Los llamamos Salmos mesiánicos, porque tienen que ver con el Mesías, conteniendo al menos una referencia directa de Jesús que se explica en el Nuevo Testamento (NT). Muchas de estas referencias en relación al Mesías, son citadas en el NT y tienen su origen en el libro de Salmos. Incluso el valor mesiánico de los Salmos fue confirmados por el mismo Jesús: “Después les dijo: Esto es lo que les decía cuando todavía estaba con ustedes: que tenía que cumplirse en mí todo lo escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos.” (Lc 24:44)

La palabra Mesías viene del hebreo y significa “Ungido”, traducido al griego CRISTO. Se utiliza en los Salmos 9 veces en singular y una en plural. Aunque los primeros lectores entendieron estas referencias hacia un rey terrenal, debemos advertir, que en muchos casos, puede tener un cumplimiento doble, es decir, que también lo señalaban a Jesús como tal.

Por lo tanto, en los Salmos encontramos dos tipos de figuras mesiánicas: en los Salmos 13, 22, 55 o 102, la de un “Mesías sufriente” y en los Salmos 2, 45 o 72, la de un “Mesías-Rey conquistador”. En los 4 casos, se entendía el “Mesías” como la nación de Israel, sus reyes y sucesores como David y, sobre todo, CRISTO.

Según Mark Reeves, podemos encontrar dos categorías:
  • “Salmos explícitamente mesiánicos. Por lo tanto, el Mesías se halla en los Salmos donde se quitan los límites humanos o cuando el hombre es representado en un estado ideal (ej. Salmos 2, 7; 110, 1).”
  • “Salmos indirectamente mesiánicos. El Mesías también se ve como tipo o figura en las experiencias de David o de Salomón (Salmo 22), con el lenguaje a veces sobrepasando el tipo y refiriéndose directa y exclusivamente al Mesías (Salmo 16, 10; Salmo 110). La primera aplicación se hace a David mismo, pero en sentido más amplio David no era capaz de cumplir o agotar todas las maravillas que se dice sobre el ungido en estos pasajes. Algunos de los Salmos en esta categoría serán tal vez: 18; 20; 21; 45; 69; 72; 89; 101; 132; 144.”

Los Salmos eran rezados no sólo con los labios, sino con todo el cuerpo. La expresión corporal era parte del rezo de los Salmos. Por ejemplo procesión (Sal 68, 24-25; 95, 2), postración (Sal 5, 8; 95, 6), inclinación y genuflexión (Sal 95, 6), extender las manos (Sal 63,5; 141,2), “orientación” en dirección al templo que quedaba en el Oriente (Sal 138, 2), danza (149, 3; 150, 4), canto (Sal 147, 1), grito (Sal 3, 5; 142, 2.6), colocar la cabeza entre las rodillas (1Re 18, 42), etc. La expresión corporal contribuía a
crear y reforzar un ambiente de oración.



Un triple ritmo de oración en tiempos de Jesús
El ambiente de oración de los Salmos, dentro del cual Jesús nació, creció y se formó se dividía de la siguiente manera:
  • El ritmo diario en la casa, en la familia
En casa, el pueblo rezaba tres veces al día: de mañana, al mediodía y por la noche.
Esto es, en los tres exactos momentos en que en el templo se ofrecía el sacrificio. Así la nación entera se unía delante de Dios.
  • El ritmo semanal de vida comunitaria en la sinagoga
Los sábados se reunían en la sinagoga para leer la Biblia, rezar y discutir la vida de la comunidad. Había un esquema fijo para las lecturas de la Ley de Moisés. La lectura de los profetas dependía de la elección del momento como se puede apreciar en Lc 4, 17.
  • El ritmo anual de la vida del pueblo alrededor del templo
Estaba basado en el año litúrgico con sus fiestas. Cada año tenía tres peregrinaciones a Jerusalén para visitar el templo (Ex 23, 14-17; 2Cr 8, 13).


Los Salmos en la vida del pueblo en los tiempos de Jesús
Como dijimos, el orden sería Casa-Familia-Día, Sinagoga-Comunidad-Semana, Templo-Pueblo-Año. Los Salmos eran parte del ambiente de oración, su punto de apoyo. Podemos destacar tres aspectos de la solemnidad que ellos cumplían en la práctica orante del pueblo:
  • Como modelo es una muestra. A andar se aprende andando. Era recitando, repitiendo y rumiando los Salmos que el pueblo rezaba y aprendía a rezar. Fue así como Jesús los rezó a lo largo de su vida.
  • Como muletilla, es un recurso en momentos de desolación. Cuando el sufrimiento creaba un vacío de seguridad en la persona y le faltaban palabras para rezar, entonces, en esos momentos, lo que quedaba era recurrir a la memoria y usar una muletilla de algún salmo para dirigirse a Dios. Fue así como Jesús rezó los Salmos cuando estaba muriendo en la cruz.
  • Como desafío es una provocación. La recitación constante de los Salmos no podía llevar a la persona a una rutina, sino que debía llevarla a una mayor creatividad. El objetivo de la recitación frecuente de los Salmos era hacer que cada uno, pudiese llegar a elaborar un salmo propio. Fue así como Jesús rezó los Salmos, pues, como veremos, Él llegó a elaborar su propio Salmo que luego enseñó y legó a sus discípulos.

En los evangelios, vemos a Jesús en el contexto de vida orante de su pueblo y participando de su triple ritmo de oración. A modo de ejemplo podemos citar los siguientes.

Ritmo diario y familiar
 
  • Se levanta bien temprano para rezar (Mc 1, 35).
  • Reza antes de las reflexiones (Lc 9, 16; 24, 30).
  • A pedido de la gente, bendice a los niños (Mc 10, 16).

Ritmo semanal y comunitario
  • Tiene la costumbre de participar en las oraciones en la sinagoga, los sábados (Mc 1, 21; Lc 4, 16).
  • Durante la reunión semanal, se levanta para hacer la lectura (Lc 4, 16).
  • Los sábados participa de la reunión para transmitir su enseñanza al pueblo presente (Mc 6, 2).

Ritmo anual en el templo
  • A los 12 años de edad, va al templo, a la casa del Padre (Lc 2, 46-50).
  • Participa en las peregrinaciones al templo para las grandes fiestas (Jn 5, 1).
  • Celebra la cena pascual con sus discípulos (Lc 22, 7-14).
  • Saliendo de la cena va al huerto para rezar Salmos con los discípulos (Mt 26, 30).

Podemos apreciar de esta manera, como en aquel contexto familiar y comunitario, impregnado por la oración de los Salmos, conviviendo con personas como las descriptas por Lucas, donde Jesús nació y además “crecía en sabiduría, gracia y tamaño, delante de Dios y los hombres” (Lc 2, 52). El ritmo diario, semanal y anual era su escuela, su sustento; el ambiente que lo llevaba a participar en las peregrinaciones en busca de la casa del Padre (Lc 2, 42) y donde aprendió a pasar las noches en oración (Lc 5, 16; 6, 12).

 

Jesús usaba los Salmos para enseñar al pueblo
Según con la concordancia de la Biblia de Jerusalén, varias enseñanzas de Jesús son evocaciones de frases de los Salmos, como por ejemplo:
  • “Felices los mansos, porque heredarán la tierra” (Mt 5, 5; Sal 37, 11).
  • “Felices los que lloran porque serán consolados” (Mt 5, 4; Sal 126, 5).
  • “Felices los puros de corazón, porque verán a Dios” (Mt 5, 8; Sal 24, 3-4).
  • “El Padre que ve en lo secreto, escuchará la oración hecha en secreto” (Mt 6, 4; Sal 139, 2-3).
  • El abandono a la providencia divina (Mt 6, 25-34; Sal 127).
  • La parábola de la viña (Mc 12, 1; Sal 80, 9-19).
  • “Yo soy el buen pastor” (Jn 10, 11; Sal 23).

Por otra parte, hay muchas otras evocaciones de Salmos repartidos en las frases y enseñanzas de Jesús. Algunas provienen del mismo Jesús, y otras, quizás la mayoría, de las comunidades que usaban frases conocidas de los Salmos para transmitir las enseñanzas de Jesús.

 
Los Salmos para refutar las críticas
Cuando discute con los fariseos y escribas, Jesús responde con frases sacadas del libro de los Salmos, pues eran conocidas por todos:
  • “De la boca de los pequeños y lactantes preparaste una alabanza para ti” (Mt 21, 16; Sal 8, 3 LXX).
  • “La piedra que los constructores rechazaron, se tornó en la piedra angular” (Mt 21, 42; Sal 118, 23).
  • “El Señor dice a su Señor: siéntate a mi derecha” (Mt 22, 44; Sal 110, 1).
  • “Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Poderoso” (Mc 14, 62; Sal 110, 1).


Jesús, y una vida de oración
Por la forma que Cristo rezaba y usaba los Salmos, nos demuestra que era una persona orante, y además en una profunda unión con Dios. Pasaba noches enteras en oración (Lc 6, 12) para estar con el Padre y conocer su Voluntad (Mt 26, 39).

Los Salmos serían como la mecha de la vela, que no se ve por causa de la cera que la esconde a nuestros ojos. Las oraciones y las peticiones son la cera que esconde esta mecha. La mecha es la que hace que las peticiones y bendiciones puedan iluminar la mente y calentar el corazón. Las oraciones y las peticiones son como las numerosas hojas verdes que esconden las ramas del árbol. Son las ramas invisibles las que producen las hojas. Los Salmos serían como estas ramas. Cuando son bien rezados, producen las hojas espontáneas de las preces y las oraciones. Para ilustrar estas palabras aquí van algunos de los momentos en que Jesús aparece rezando:
  • A la hora de ser bautizado y de asumir su misión, Él reza (Lc 3, 21).
  •  A la hora de iniciar su misión, pasa 40 días en el desierto (Lc 4, 1-2).
  • En la tentación, Él enfrenta al diablo con textos de la Escrituras (Lc 4, 3-12).
  • A la hora de escoger a los 12 apóstoles, pasa la noche en oración (Lc 6, 12).
  •  A la hora de reconocer la realidad y hablar a sus paisanos (Lc 9, 18).
  •  La alegría de ver el Evangelio revelado a los pequeños (Lc 10, 21).
  •  En la resurrección de Lázaro: “Padre, sé que siempre me escuchas” (Jn 11, 41-42).
  •  Intenta ir al desierto a orar (Mc 1, 35; Lc 5, 16; 9, 18).
  •  Rezando despierta la inquietud a los apóstoles para rezar (Lc 11, 1).
  •  En crisis sube al Monte para rezar (Lc 9, 28).
  •  A la hora de la despedida reza la oración sacerdotal (Jn 17, 1-26).
  •  En la angustia de la agonía pide a sus tres amigos que recen con Él (Mt 26, 38).
  •  A la hora de la crucifixión, pide perdón por los verdugos (Lc 23, 34).
  •  Jesús muere soltando un grito, la oración de los pobres (Mc 15, 37).

Aquí vemos cómo Jesús aparece rezando en casi todos los momentos importantes y difíciles de su vida: en las crisis y en la tentación, en la elección de los apóstoles, en la decisión de ir a Jerusalén, en la agonía en el huerto, a la hora de morir en la cruz. Jesús vivía en contacto con el Padre. Su vida era una oración permanente: “En cada momento hago lo que el Padre quiere que haga” (Jn 5, 19.30). A Él se aplica lo que dice el salmo: “¡Yo (sólo) oro!” (Aní tefiláh) (Sal 109, 4).


Jesús enseñando a rezar
El rezar de Jesús era una costumbre que contagiaba y producía en los demás un deseo de aprender a rezar. Según el evangelio de Lucas, cierto día, Jesús estaba rezando durante la subida a Jerusalén, donde más tarde sería apresado y ejecutado. Se le acercaron los apóstoles y le solicitaron que les enseñara a rezar como Juan el Bautista había enseñó a sus seguidores (Lc 11, 1). La respuesta de Jesús a sus discípulos fue el Padre Nuestro.

Recitar Salmos posee una dimensión mística y creativa. Rezar era el momento, de recitar devotamente las oraciones que otros habían hecho, pero también momento para que cada uno pudiese vivir su propia unión con Dios. En esa época, el ideal era que todos aprendan a rezar los Salmos de tal manera, que vayan despertando paulatinamente su creatividad para formular Salmos propios. Jesús aprendió la lección de los Salmos y como buen judío, llegó a hacer su propio Salmo que enseñó a sus discípulos, el cual luego nos lo transmitieron y rezamos en nuestros días.

Cabe destacar que el texto del Padre Nuestro, conservado en el evangelio de Lucas (11, 2-4) es más corto que el texto conservado por Mateo (6, 9-13). Sin embargo, el Padre Nuestro es una cartilla que resume en siete peticiones todo lo que Jesús enseñaba al pueblo. Ahora bien, el Padre Nuestro no es el único ejemplo de oración propia que Jesús instruyó. Al mismo tiempo dio varios consejos de cómo rezar, fruto de su propia experiencia de oración, seguramente como dijimos, alimentada por la constante recitación de los Salmos. Estos son algunos de sus dichos:

Es en el nombre de Jesús que se deben pedir las cosas a Dios (Jn 15, 16; 16, 23-24).

Se debe pedir con mucha confianza, sin desanimarse (Lc 11, 5-13; Mc 7, 7-11).

No conviene usar muchas palabras, ni confiar en quien habla mucho (Mt 6, 7-18).

No hay que rezar para ser visto, sino entrar en el cuarto, cerrar la puerta y rezar en secreto, pues el Padre nos ve (Mt 6, 5-6).

De la misma manera, los evangelios atesoran también algunas de las oraciones que Jesús rezó como así también algunas de las intenciones por las cuales rezó:
  • Formula una petición delante del sepulcro de Lázaro (Jn 11, 41-42).
  • Hace una oración para expresar su alegría al percibir que los pobres y pequeños entendían el mensaje del Reino (Mt 11, 25-30).
  • Formula una petición en el huerto: “Padre aparta de mí este cáliz” (Mc 14, 36).
  • Reza por Pedro, para que no desfallezca en la fe (Lc 22, 32).
  • Pasó la noche en oración para saber a quién escoger (Lc 6, 12).
  • Recomienda rezar a la hora de la tentación (Lc 22, 40).
  • Dice que ciertos males salen sólo con base a mucha oración (Mc 9, 29).
  • Manda a que pidan a Dios que envíe obreros para su mies (Lc 10 ,2).
  • El Testamento de Jesús es una petición por la unidad (Jn 17, 1-26).
  • Dice que el Espíritu Santo sólo se obtiene a través de la oración (Lc 11, 13).
  • Pidió perdón al Padre por sus verdugos (Lc 23, 34).


Un secreto para los Salmos: rezar como Jesús rezó
Para un judío era importante “rezar como David rezó”. Para los cristianos, lo importante ha de ser “rezar como Jesús rezó”, y de esta manera cultivar en nosotros, los mismos sentimientos que animaron a Jesús durante toda su vida (Flp 2, 5).

Como vimos, la escuela de oración de Jesús era la vida en casa –con María, su santa madre– y en la sinagoga –con su comunidad–. Pero también era por sobre todo, su vida de intimidad con Dios, su Padre. Ese era el alma, la respiración, la vida de Jesús, donde nadie penetra. Nosotros sólo podemos adivinar por aproximación, a partir de lo que leemos en los Evangelios.

Esa intimidad tan particular con el Padre le daba a Jesús un criterio nuevo, para leer y rezar los Salmos. Jesús buscaba el sentido en la fuente. No de la letra a la raíz, sino de la raíz a la letra. A partir de su experiencia de Dios, los Salmos adquieren para Él un sentido nuevo, más pleno. Por esta razón, los cristianos cuando rezamos los Salmos, acostumbramos a terminarlos con una invocación a la Santísima Trinidad para rezar los Salmos como Jesús los rezaba, a partir de la misma experiencia de Dios que Él mismo nos reveló.

En tiempos de Jesús, la imagen de Dios que el pueblo se hacía, era de alguien distante, cuyo nombre no podía ser pronunciado. En vez de Yahveh, decían Adonai, Señor. La relación con Dios era realizada, sobretodo, a través del cumplimiento de las normas de la ley, instruidas por los escribas y fariseos. En cambio, fue exactamente en este punto de la imagen de Dios que Jesús transmite la novedad más grande y no solo para el pueblo, y la gente que lo rodeaba y acompañaba siempre, sino para nosotros también. A través de sus palabras y acciones, nacidas de la más pura experiencia de hijo; el mismo Dios que parecía tan distante y severo, obtiene aquí los trazos de un Dios bondadoso, de gran ternura, siempre presente, pronto a acoger y liberar. Esta Buena Noticia de Dios, comunicada por Jesús era y continua siendo la nueva clave para leer el Antiguo Testamento y rezar los Salmos con una nueva perspectiva.

No basta con estudiar para que los Salmos liberen su sentido. Es preciso tener unos ojos y un corazón, la conciencia y la libertad de hijos de Dios que Jesús nos comunica. De otra forma los Salmos seguirán cubiertos por un velo que impide descubrir plenamente su sentido. “Es sólo por la conversión al Señor que el velo cae. Pues el Señor es Espíritu y donde está el Espíritu, ahí hay libertad” (2 Cor 3, 16-17).
Podríamos decir que el texto de los Salmos es como una lámpara y que el estudio del texto es el que limpia esta lámpara y quita el polvo que por siglos cubrió el lado exterior, opacándole el brillo. La experiencia de Dios y de la vida, vivida y compartida en la comunidad, genera una fuerza que enciende esta lámpara del Salmo por su lado interno y produce el resplandor.

Casiano (siglo V): decía “instruidos por aquello que nosotros mismos sentimos, ya no percibimos el Salmo como algo que solo oímos, sino como algo que experimentamos y tocamos con nuestra manos; no como una historia extraña e inaudita, sino como algo que producimos desde lo más profundo de nuestro corazón, como si fuesen sentimientos que forman parte de nuestro propio ser. Repitámoslo: no es la lectura (lectio, estudio) que nos hace penetrar en el sentido de las palabras, sino la propia experiencia adquirida anteriormente en la vida de cada día” (Collationes X, 11).


Los Salmos y la Pascua de Cristo
Los Salmos fueron utilizados para profundizar y para expresar el sentido de la pascua, de la muerte-resurrección de Jesús. La primera comunidad tomó enseguida conciencia del hecho de que ambos acontecimientos son inseparables. Esta percepción está ya atestiguada en el credo más antiguo que ha llegado hasta nosotros: "El mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día, como lo anunciaban las escrituras" (1Cor 15, 3-5).

Los Salmos además se han relacionado con la pasión y la muerte de Jesús. El cuadro al final de la página, agrupa todas las citas que hay pero llama la atención el considerable el número de citas de los Salmos. Unas veinte referencias a unos diez Salmos en un relato que, en los sinópticos, comprende sólo dos capítulos. De todas las referencias al Antiguo Testamento que presentan los relatos de la pasión, las citas de los Salmos son las más numerosas. Las citas o alusiones a los Salmos están concentradas especialmente en una parte de los relatos, la que se refiere a la crucifixión y a la muerte de Jesús.


Significación
¿Cuál es el sentido de esta constante apelación a los Salmos en los relatos de la pasión? ¿Es posible descubrir su objetivo o su intención teológica?

Hay algunas diferencias entre la manera de proceder de Juan y la de los sinópticos. Generalmente cuando Juan apela a la Escritura, lo hace explícitamente con la fórmula como: " ... tiene que cumplirse la Escritura". Pero no sucede esto con los sinópticos; en estos la fórmula del Salmo se encuentra integrada dentro del relato, de tal forma que es parte de la narración, al punto de que a veces resulta difícil reconocerla. Juan indica la interpretación de un hecho narrado, mientras que los sinópticos cuentan el hecho manejándolo en cierto modo en el sentido de su interpretación:

Jn 19, 23-24:
hecho: Cuando crucificaron a Jesús, los soldados repartieron su ropa en cuatro lotes, uno para cada uno, dejando aparte la túnica... Los soldados se dijeron: "Mejor que dividirla en pedazos, la echaremos a suerte, a ver a quién le toca".

interpretación: Así se cumplió la Escritura: "Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica".

Mc 15, 24:
hecho e interpretación: Lo crucificaron y se repartieron su ropa, echándola a suertes para ver lo que se llevaba cada uno.

Si, por ejemplo, Mt procediera como Jn, para el episodio de la hiel en 27, 34 tendríamos lo siguiente: "Le dieron a beber vino mezclado con hiel. Así sucedió para que se cumpliera la escritura: En mi sed me daban de beber hiel".


El Salmo 22
Por último, nos avocaremos al Salmo 22 que si bien requeriría un análisis mucho más profundo y extenso, veremos brevemente la significación del grito desgarrador de Cristo en la cruz: “ELOÍ, ELOÍ, LEMÁ SABACTANI!!!” expresión aramea que aparece en los Evangelios y significa “DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?” (Mt 27, 46 / Mc 15, 34)

En este salmo se pueden observar varias profecías que se cumplieron en la muerte de Jesús, como por ejemplo: 

  • Se predice las burlas del pueblo.  (v. 8) 
  • Predice que sus manos y sus pies serían traspasados (v. 17). 
  • El echar a la suerte la vestimenta de Jesús fue profetizado en Él (v. 19). 

No obstante, quizá la declaración más significativa en todo el salmo está en el v. 1, el cual Jesús citó desde la cruz. La palabra “abandonado” describe la soledad del hijo amado, que lleva el pecado del mundo, la carga con la sentencia de la humanidad, pero no sólo la de muerte sino también con la sentencia de la separación de Dios. En ese momento Jesús experimentó el momento más oscuro de su vida y lo sobrellevó por nosotros.

El autor de este Salmo, hizo una descripción sorprendentemente acertada del sufrimiento que el Mesías soportaría cientos de años más tarde. Sabemos que Jesús, el Cristo, citó este versículo cuando estaba colgado de la cruz llevando la carga de nuestros pecados. No era una queja, sino una apelación urgente a Dios.

Este salmo frecuentemente citado en los Evangelios del NT en relación con la crucifixión de Jesús; constituye un paralelo del tema del siervo sufriente de Isaías 53.

Nos queda así la pregunta más grande de todas: ¿Por qué fue Jesús abandonado por Dios? ¿Por qué en la cruz, en aquellas agónicas últimas horas, en una oscuridad impenetrable, el Hijo fue tratado como un pecador? ¿Él fue “abandonado” por un breve instante? La paradoja se suscita en que en aquel mismo momento, Dios estaba en Cristo y estaba reconciliando al mundo consigo mismo. Y el mismo Jesús dijo, según palabras de san Juan 16, 32: “Miren, llega la hora, ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado y me dejarán solo. Pero yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.” El Padre estaba con Cristo cuando se encontraba en la prisión; el Padre estaba con Él cuando estaba siendo azotado, y asimismo estaba con Él cuando lo clavaron a la cruz. Sin embargo, en esas últimas horas Jesús presentó Su alma como ofrenda por el pecado, y el Padre quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir (Isaías 53, 10). 

Abandonado… Nosotros no tenemos idea ni podremos saber jamás qué significa esa experiencia de estar abandonado por Dios. Incluso el hombre más malvado, ruin y despreciable de la tierra hoy no está abandonado por Dios. Cualquiera puede volverse a Él. Pero cuando Cristo tomó mi pecado sobre Sí mismo, fue abandonado por Dios. 

La pregunta "¿Por qué me has abandonado?" no es el ¿Por qué? de la impaciencia. No es el ¿Por qué? de la desesperación. Es el grito humano de un intenso sufrimiento, agravado por la angustia de Su vida inocente y santa pero por sobre todo, humana. Ese fue el grito tremendo y agonizante de la soledad de Su pasión. Él estaba solo. Estaba solo con los pecados del mundo encima suyo, en ese madero al que se encontraba clavado. 

Más no se trata tan sólo de este “abandono”. Podemos decir que Jesús pensó en Sus hermanos Judíos en la cruz (Salmo 22, 23). Él pensó en los Gentiles que vienen a la asamblea de los redimidos (Salmo 22, 26). Incluso pensó en las futuras generaciones a las cuales rescataría, en aquellos que confiarían en Él (Salmo 22, 31-32).

Así pues, con todo lo dicho, nos damos cuenta de la maravillosa verdad que se cumple de manera gloriosa en Cristo Jesús: que ninguno de los sufrimientos del Abandonado fue desperdiciado. Cada gota de esa copa de agonía fue y es usada para la gran gloria de Dios Padre Todopoderoso.

Por consiguiente, Jesús entiende no sólo nuestro sufrimiento carnal, sino también nuestro sufrimiento espiritual en estos sentimientos de abandono. Él era igual a nosotros, excepto en el pecado. Y Él experimentó todo igual a nosotros. Así que cuando luchemos en la vida espiritual, cuando nos preguntemos “¿Dónde está Dios?”, cuando oremos con dudas y en oscuridad, e incluso cuando estemos cerca de la desesperación, hemos de recordar que estamos rezando a alguien que es totalmente humano y totalmente divino, alguien que nos entiende completamente.

El Salmo 22 revela el corazón de nuestro Salvador cuando Él se convirtió en una ofrenda por el pecado a favor nuestro. Él completó la operación con triunfo. Y nos ofrece una redención, una liberación terminada. Nunca seremos dignos de ella; no podemos ganarla; no podemos comprarla. Debemos recibirla como un regalo, como un don. Porque, hace más de 2.000 años Nuestro Señor Jesucristo hizo todo lo que era necesario hacer para salvarnos. 


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