viernes, 17 de diciembre de 2021

¿CÓMO SE DESARROLLÓ LA MISTERIOSA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA?

     Cuenta la Biblia que el patriarca Jacob se casó con dos hermanas: Lía y Raquel y Ja­cob amaba más a Raquel. Raquel era esté­ril. En cambio, Lía pronto comenzó a darle hijos a Jacob. El dolor de la pobre Raquel crecía a medida que aumen­taba la fecundidad de Lía. Un día, en el borde de la desespe­ración, le pidió a su marido que tuviera hijos con su esclava, para que ella pudiera adoptarlos como propios. De este modo, nacieron.

     Al ver la actitud de Raquel, también Lía, que tenía una esclava, se la entregó a Jacob para que le die­ra hijos en adopción. Pero mientras tanto, Lía siguió buscando sus propios embarazos con el patriarca, y logró engendrar dos hijos más. Cuando Raquel ya iba a darse por vencida, sin tener hijos naturales, Dios la curó de su esterilidad y pudo conce­bir al pequeño José. Más tarde, durante un viaje, Raquel quedó por segunda vez embarazada, esta vez de Benjamín. Pero no alcanzó a conocerlo, pues murió en el parto y así nacieron los 12 hijos de Jacob.

     Cierta vez, a causa de una prolongada sequía en Palesti­na, Jacob se fue con sus hijos y se establecieron en Egipto. Con el tiempo los descendientes de Jacob se multiplica­ron y formaron doce tribus. Pero los egipcios los esclavizaron para aprovecharlos como mano de obra barata en sus construcciones. Entonces una noche del año 1250 a.C., bajo las órdenes de un caudillo llamado Moisés, decidieron escapar del país. Cruzaron el Mar Rojo, atravesaron el desierto del Sinaí, y regresaron a Canaán, la Tierra Prometida de la que sus antepasados ha­bían partido cuatro siglos antes.

     Pero la encontraron ocupada por un pueblo numeroso: los cananeos, y no tuvieron más remedio que recuperarla mili­tarmente. Los cananeos resultaron totalmente exterminados y la tierra repartida entre las doce tribus. Según la Biblia, entonces, las 12 tribus de Israel bajaron a Egipto, las 12 fueron esclavizadas, las 12 lograron escapar en el éxodo, y las 12 regresaron y conquistaron la Tierra Santa. Pero ¿fue así históricamente? Varios indicios respon­den más bien que no.

     En primer lugar, la misma Biblia afirma en varios lugares que la conquista de Palestina en realidad fue un largo proce­so, realizado por tribus individuales, y nunca logrado totalmente. En segundo lugar, la arqueología no ha encontrado hasta ahora ningún indicio cierto que permita atribuir a los israelitas del siglo XIII, fecha en la que llegaron, la destrucción de ciudad alguna. Al contrario, las excavaciones más bien han demos­trado que se establecieron pacíficamente, y en zonas donde no había cananeos.

     Por eso, los arqueólogos y biblistas han propuesto una nueva hipótesis para explicar la epopeya de la conquista de la Tierra Prometida. Primero, no hubo un solo viaje de los arameos a Egipto sino varios. Desde la época de Abraham, era frecuente este ir y venir entre Palestina y Egipto. El mismo Abraham había estado allí con su esposa Sara. Y sus descen­dientes siguieron ese ejemplo y visitaron también ellos mu­chas veces Egipto, en estancias más o menos prolongadas.

    La llegada de estos grupos fue un fenómeno que duró va­rios siglos, y obedeció a distintas causas. Algunos vinieron como comerciantes. Otros se infiltraron en busca de pastos para su ganado. Y muchos llegaron como prisioneros de gue­rra, pues sabemos que los faraones solían retornar de sus expediciones militares acompañados por miles de cautivos semitas, capturados en las regiones montañosas de Palesti­na.

    Segundo, no hubo un solo éxodo, como dice la Biblia, sino dos. El primero ocurrió alrededor del año 1580 a.C., cuando de Egipto fue expulsado un pueblo semita, llamado los Hiksos. Junto a ellos, fueron también expulsados unos clanes arameos, que más tarde formarían las tribus de Rubén, Simeón, Leví y Judá. A este éxodo los biblistas lo denominan «éxodo-expulsión». Estos clanes arameos expulsados decidieron regresar a Palestina, de donde procedían sus ancestros; y luego de derrotar a las poblaciones locales del sur, tres de ellas se instalaron allí, mientras la tribu de Rubén se ubicaba al este del río Jordán.

     Pero no todos los arameos fueron expulsados de Egipto. Muchos se quedaron en el país, y estos fueron esclavizados por los egipcios y sometidos a trabajos forzados. Entonces tres siglos más tarde, por el año 1250 a.C., se produjo un segundo éxodo. Guiados por Moisés, lograron con gran esfuerzo escapar de Egipto. Este éxodo es llamado por los estudiosos «éxodo-huida». No se trató de tribus establecidas, ni mucho menos de un ejército organizado. Esta horda desorganizada fue la que llegó hasta el monte Sinaí, pactó allí una alianza con Yahvé, y prometió adorarlo para siempre. Luego, rodeando el Mar Muerto, llegó a Palestina, de donde habían salido sus antepasados muchos siglos atrás.

     Alrededor del año 1030 a.C., las tribus del norte decidieron por primera vez poner un rey al frente de la liga. Y la elección recayó sobre Saúl. Cuando el rey Saúl murió, atravesaron por una gran turbulencia interna. Mientras tanto, en las tribus del sur, eran arameas, y no habían conocido el éxodo con Moisés y comenzó a reinar un hombre de la tribu de Judá, llamado David. Hasta que en el año 1005 a.C., ante la convulsión política, los ancianos pidieron al rey David que aceptara gobernarlas también a ellas. A partir de entonces David reinó sobre todas las tribus, las cuales se consideraron doce (aunque eran más), pues el 12 era un número simbólico que en la mentalidad hebrea significaba «los elegidos por Dios».

     Las 12 tribus de Israel supieron, cada una, renunciar a su historia pasada, a su exclusivismo, e integrarse como si fueran verdaderos hermanos, a un tronco familiar más grande: el de los hijos de Jacob. A pesar de sus particularidades e individualidades, se sintieron hermanas y llamadas a un bien común: la lucha por un reino en Palestina, el reino de Dios. Quienes luchan por el nuevo reino de Cristo en la tierra deben, de igual modo, dejar de lado el orgullo de sus individualidades propias, y sumarse a la tarea de hacer entre todos, como hermanos, un mundo nuevo.

¿POR QUE MATARON A JESUS?

    Todos saben cómo mataron a Jesús: crucificado. Pero casi nadie sabe por qué lo mataron. Durante el juicio de Jesús, vemos que se lo acusa de un hecho que tiene relación con el Templo. Los testigos, sostienen que quiso destruir el Templo y construir otro. Jesús había encontrado allí a un grupo de ven­dedores de animales y cambistas; al verlos se enojó, y los echo del lugar; volcó las mesas de las monedas, y derribó los puestos de animales, mientras les explicaba que el Templo era la Casa de Dios para orar.

    Los vendedores, estaban en el Templo porque cuando un judío quería ofrecer sacrificios a Dios, no podía lle­var un animal cualquiera al Templo. Debía ser sin defectos, ni manchas. Ese comercio, era tolerado por los sacerdotes, ya que percibían parte de las ganancias, y tenía lugar en el atrio exterior del Templo.

    Cuando las primeras comunidades cristianas transmitían oralmente el Evangelio, tampoco recordaban por qué se había producido ese en­frentamiento. Cuando años más tarde los evangelistas compusie­ron sus obras, como no tenían en claro qué había pasado, cada uno trató de entenderlo como pudo, y adaptarlo a su propia teología. Por eso cada evangelista trae una versión diferente, con un mensa­je distinto.

    El primero fue Marcos Según él, unos días antes de su muerte Jesús se presentó en Jerusalén acompañado por una multitud que lo aclamaba como Mesías. Ese día no sucedió nada. Pero al día siguiente tuvo lugar el altercado.

    Para entender a Marcos, hay que tener presente que en el Templo de Jerusalén había dos áreas bien definidas. Una interior, llamada el Atrio de los Israelitas (donde rezaban exclusivamente los judíos), y otra exterior, lla­mada el Atrio de los Gentiles (donde podían pasar a rezar los paganos) que no lo consideraban pro­piamente como Templo, ni como sagrada, pues la presencia de paganos lo volvió impura.

     Lo que Marcos quiere decir, es que para Jesús el atrio de los paganos, donde estaban ubicados los vendedores, también debía considerarse Templo, por respeto a los paganos. Por eso Jesús exclama: "Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las nacio­nes". Lo que se propone Jesús (según Marcos) es colocar a todos, judíos y paganos, a un mismo nivel, y convertir el Templo en un lugar de oración para todas las naciones. La idea de que la oración de judíos y paganos tenía el mis­mo valor ante Dios constituía, algo revolucionario e inadmisible para los israelitas. Por eso decidieron matarlo.

     Mateo escribe para lectores de origen judío, que esperaban al Mesías. Por eso dice que Jesús expulsó a los vendedores del Tem­plo el mismo día que entró en Jerusalén, y no al día siguiente como dice Marcos, por­que ese día lo habían aclamado como Rey y Mesías. De este modo, Mateo quiere decir que el Jesús que acaba de ingresar en el Templo es el Mesías que ellos esperaban. Según la creencia judía, el Templo estaba impuro desde hace tiempo y llegaría el Mesías a purificarlo.

     Lucas no cuenta casi nada. Solo dice que Jesús echó fuera a los vendedores. No hay mesas volcadas, ni puestos de palomas derribados porque él escribe para una comunidad cristiana formada por ex-paganos y ex-judíos, que está en crisis por problemas internos. Por eso busca eliminar de su Evangelio casi todas las escenas de violencia para evitar que aumenten aún más las tensiones.

     Y para Lucas, Jesús aquel día solo convirtió el Templo en un lugar apto para sus enseñanzas. Por eso, a partir de ese momento aparecerá Jesús enseñando permanentemente en el Templo. Y por eso es que decidieron matarlo.

     Juan explica que lo que provocó la muerte de Jesús fue el haber resucitado a Lázaro. Porque es el último milagro que Jesús rea­liza en el cuarto Evangelio. Con este milagro, Juan presenta a Jesús con el poder sorprendente de dar la Vida a los muertos. Frente a esto, las autoridades no pueden tolerar más y deci­den matarlo porque es demasiado peligroso y difícil de manejar. Pero no cuentan con que, al matarlo, hacen que Jesús devuelva la Vida a los muertos, inaugurando la nueva era de la Vida eterna.

     Juan también cuenta el incidente del Templo con otra intención. Para Juan, Jesús pretendía eliminar el Templo. Es un relato simbólico de la futura abolición del culto y los sacrificios judíos ante la llegada de Jesús, el nuevo Templo de Dios.

     En resumen, Jesús tuvo una disputa con los vendedores del Templo que le costó la vida. ¿Por qué? Exacta­mente no lo sabemos. ¿Qué evangelio es el que está en lo cierto? Todos. Jesús murió para que no hubiera más excluidos (Marcos), para eliminar la impu­reza de las intenciones torcidas de los creyentes (Mateo), para que lo que enseñamos sea lo que vivimos (Lucas), y para que consideremos a las personas como Templo de Dios, y no a los edificios (Juan).

¿FUERON MUCHOS LOS NIÑOS INOCENTES QUE MATÓ HERODES?

    Uno de los pasajes más terribles del Nuevo Testamen­to es, sin duda, el relato que hace Mateo sobre la degollación de los niños de Belén. En Mt 2,1-18. Cuenta que, cuan­do nació Jesús, se presentaron en Jerusalén unos magos ve­nidos de Oriente. Le preguntaron al rey Herodes dónde había nacido el rey de los judíos. Herodes, que se consideraba el único rey de los judíos, pensó que alguien venía a quitarle su trono. Entonces envió a los magos hacia Belén, donde tenía que nacer el Mesías, con la recomendación de que una vez que lo encontraran se lo hicieran saber. Pero los magos, después de hallar a Jesús, decidieron regresar a su país por otro camino. Cuando Herodes se enteró, se enfureció y envió a sus soldados a matar a todos los niños menores de dos años de Belén, a fin de eliminar entre ellos a Jesús. Pero éste logró salvarse porque José y María huyeron a tiempo a Egipto, donde buscaron refugio.

     Comentaristas antiguos han calculado en 3.000 los "santos inocentes" muertos ese día. La iglesia griega sostie­ne que fueron 14.000. Los cristianos sirios los elevan a 64.000. Y algunos han llevado la cifra a 144.000, en referencia al Apocalipsis.

     Pero en realidad Belén era una pequeña aldea en tiempos de Jesús, y su población no llegaría a los 1.000 habitan­tes. Por lo tanto, los nacimientos no podían haber sido más de 30 por año. La mortalidad infantil de Oriente era muy elevada en esa época, es probable que solo la mitad de los recién nacidos llegaran a los dos años, quedando unos 15 niños. A estos 15 hay que restarle la mitad, corres­pondiente a las niñas, con lo cual nos quedan unos 7 niños sobre­vivientes por año. Como los bebés muertos tenían menos de dos años, las victimas debieron de haber sido unas 14.

     Pero ¿Ocurrió realmente la matanza de los niños inocentes? La dificultad para aceptar este hecho como histórico es que semejante matanza no figure en ningún otro documento de la época. Flavio Josefo, historiador del siglo I, dejó escrita la vida de Herodes; y de él conocemos todos los datos sobre el monarca. Curiosamente no menciona para nada el episo­dio de los niños de Belén. ¿Cómo es posible que Flavio Josefo, que sentía desprecio por Herodes, y que se esmeró en dejar escrito cada detalle de sus crímenes, incluso los privados y familiares, no se haya enterado de una cruenta matanza como la de Belén?

     Otra razón para desconfiar de la historicidad de estos hechos, es un sospechoso parecido entre los episodios de la infancia de Jesús, y la de Moisés. Si analizamos lo que el Éxodo cuenta sobre Moisés, y lo comparamos con lo que cuenta Mateo sobre Jesús, veremos que ambos relatos coinciden asombrosamente.

 1)   Al nacer Moisés, un rey (el faraón) da la orden de matar a todos los niños nacidos en Egipto. Al nacer Jesús, un rey (Herodes) da la orden de matar a todos los niños nacidos en Belén.

2)   La orden del rey egipcio se debió a la desobediencia de las parteras. La orden del rey judío se debió a la desobediencia de los reyes magos.

3)   Ejecutada la orden, Moisés salva su vida milagrosa­mente. Ejecutada la orden, Jesús salva su vida milagrosamente.

4)   Moisés se salva en Egipto. Jesús se salva en Egipto.

5)   Luego de un tiempo muere el rey egipcio persecutor. Luego de un tiempo muere el rey judío persecutor.

6)   Entonces Moisés recibe la orden de volver a Egipto, porque han muerto los que intentaban matarlo. Entonces san José recibe la orden de volver de Egipto, por­que han muerto los que intentaban matar al Niño.

7)   Moisés toma a su mujer y a sus hijos, y vuelve a Egipto. San José toma al Niño y a su madre, y vuelve a Israel.

     Los dos relatos son tan parecidos porque Mateo compuso su evangelio para cristianos de origen judío. Sabía que los judíos veneraban mucho a Moisés, ya que él había sido el salvador del pueblo y el media­dor de la Alianza con Dios. Ahora bien, Mateo no sabía detalles de la infancia de Jesús. Sí conocía los hechos de su vida pública, pero no los de su niñez. Entonces decidió contarla inspirándose en la infancia de Moisés. De esta manera, aprovechó para decir a sus lectores que Jesús era el nuevo Moisés que Dios había enviado a la tierra.

     Mateo, no pretendió contar un hecho exactamente sucedido durante la niñez de Jesús. Lo que qui­so fue explicar a los lectores que Jesucristo es el nuevo Moisés que los judíos estaban esperando para hacer una Nueva Alianza, y lo dijo a su manera, contan­do que cuando Jesús siendo niño, debió afrontar una trágica persecución y que logró salvar­se milagrosamente, igual que Moisés.

     Pero Mateo quiso también enseñar que en toda sociedad es posible encontrar hombres con ambición de poder, dominadores de las naciones, que no respetan a nadie, al punto tal de no dudar en eliminar a cuantos se interponen en su camino. Estos tiranos siempre quieren dominar, no soportan la idea de que haya alguien por encima de ellos. Pero, según Mateo, estos dominadores no se dan cuenta de que, despreciando a los hombres, están enfrentando al mismo Dios.