Jesús Martínez Gordo - 17 de abril de
2018
En: http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2018/04/17/mas-alla-de-la-izquierda-y-de-la-derecha-la-defensa-catolica-del-no-nacido-y-del-pobre-en-gaudete-et-exsultate-religion-iglesia-martinez-gordo.shtml
Francisco ha tenido "la
locura" o la audacia de proclamar a todos los vientos -y en sintonía con
el Evangelio y Juan XXIII- la inmoralidad de utilizar en la era atómica la
guerra como un instrumento de justicia
(Jesús Martínez Gordo).-
Leyendo "Gaudete et exsultate", la última exhortación
apostólica de Francisco sobre la santidad en el mundo actual, ha habido quien
ha centrado su atención sobre si el diablo es en dicho texto una persona que,
vivita y coleando, se recrearía en meter miedo a los humanos con la amenaza del
fuego eterno y alimentando la caldera de Pedro Botero o si, por el contrario,
es, más bien, una referencia simbólica con la que mostrar que
el "mal" no es una abstracción metafísica, sino una dura y ladina
realidad de muerte, miseria y desolación.
A estas alturas, a nadie extraña
saber que la muerte "antes de tiempo" de los crucificados de nuestros
días está gestionada por personas sin corazón y bien conocidas. Éstas, a pesar
de que oculten sus rostros y sus manos en instituciones
"anónimas" y, en nombre de la llamada "profesionalidad" o
"rentabilidad" (la manera políticamente correcta con que se
presenta el fundamentalismo económico), entregan su vida al "diablo"
que es tener siempre (y al precio que sea) cuentas corrientes repletas de
beneficios, importando bien poco (o nada) que tales beneficios estén bañados en
sangre. Que se lo pregunten, por ejemplo, a quienes se dedican a transferir
tecnología y armamento militar a países -el caso de Arabia Saudí- tipificados
como "preocupantes o potencialmente preocupantes" ya que emplean
dichas tecnología y armamento contra poblaciones civiles. No olvidemos que el
Estado español autorizó exportaciones, llamadas "de defensa", entre
2008 y 2016, por valor de 22.603 millones de euros sabiendo que una cuarta
parte de las mismas iban destinadas a países así tipificados ¿Seguro
que el "mal" no tiene rostros concretos, aunque busque ocultarse en
sociedades anónimas?
Pero, más allá de estas
consideraciones, para nada ingenuas, tampoco han faltado quienes han centrado
su atención en un pasaje que tiene su importancia y que corre el riesgo de
pasar bastante desapercibido para la gran mayoría de los lectores, liados -como
hemos estado- en saber si el diablo tenía cuernos o no y si estaba mucho o poco
chamuscado. Es, concretamente, el número 101 de la Exhortación Apostólica:
"la defensa del inocente que no ha nacido, sostiene Francisco, debe ser
clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida
humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su
desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han
nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la
trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados
de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de
descarte". El papa argentino recupera en estos párrafos la relación entre
la defensa de la vida del "no-nacido" o "nasciturus" y la
de los pobres que tienen enormes dificultades para no morir "antes de
tiempo".
No es nueva esta vinculación
magisterial entre el derecho a la vida del no-nacido y la solidaridad con los
parias de este mundo, una vez nacidos. Ya se encuentra en el magisterio
de Juan XXIII, de Pablo VI, de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Pero en la
enseñanza de estos dos últimos también se encuentran, al aprobar el Catecismo
de la Iglesia Católica, una defensa de la pena de muerte (cierto que en
circunstancias especiales) y de la llamada "guerra justa". Son
apuestas que han lastrado su apuesta por la vida estos últimos cuarenta años. Y
que, de paso, han acabado cuestionando la coherencia del magisterio eclesial al
respecto, tanto desde dentro como desde fuera de la institución.
A diferencia de sus inmediatos
predecesores, Francisco ha tenido "la locura" o la audacia de
proclamar a todos los vientos -y en sintonía con el Evangelio y Juan XXIII- la
inmoralidad de utilizar en la era atómica la guerra como un instrumento de
justicia: es "absurdo sostener que la guerra es un medio apto para
resarcir el derecho violado" (enero de 2017). Es hora, ha defendido, de
promover y desarrollar la no-violencia. Y, por si eso no fuera suficiente, se
ha vuelto a desmarcar del Catecismo sosteniendo que la condena a la
pena de muerte "humilla la dignidad humana en cualquier modo que venga
ejecutada", además de suprimir una vida "que es siempre sagrada a
los ojos del Creador". Por ello, ha concluido, es antievangélica. Sin
paliativos de ninguna clase (octubre de 2017).
No le han faltado críticas:
pretender cambiar la guerra por la paz justa mediante la no-violencia es una
bonita utopía. Como lo es ignorar que hay males (y personas) que solo
pueden ser erradicados mediante su ejecución. Sin embargo, tampoco han faltado
quienes, como es mi caso, estamos con él en semejantes posicionamientos por
entenderlos mucho más coherentes con el Evangelio que los habidos hasta el
presente. Los percibimos dotados de una autoridad y coherencia
moral que han faltado al magisterio eclesial estos últimos decenios.
Volviendo la mirada al Evangelio, Francisco no solo se ha desmarcado de la
doctrina sobre la guerra justa y de la condena a la pena de muerte, sino que ha
recuperado -en positivo- la fraternidad y solidaridad con quienes tienen
derecho a la vida (aunque no puedan exigirla ni reivindicarla) y con quienes,
ya nacidos, tienen dificultades para comer una vez al día o son descartados y
llevados a la muerte "antes de tiempo". Además, la experiencia nos
dice, por si todo ello fuera poco, que, muy frecuentemente, las utopías de hoy
son las evidencias de mañana. Y el Evangelio, leído como lo hace
Francisco, es marcadamente utópico y, por ello, provocadora evidencia
más pronto que tarde.
¿Qué puede suponer
semejante reformulación doctrinal entre nosotros?
No es nada nuevo que para la
izquierda de nuestro país resulta mucho más determinante la defensa -en caso de
conflicto- del pobre viviente que del no-nacido o "nasciturus". Por
ello, entre ambas vidas, se decanta por la primera al precio de la segunda.
Semejante decisión resulta de primar -rompiendo con la tradición solidaria a la
que pertenece- la calidad de vida del ya viviente sobre el derecho a la vida
del no-nacido o "nasciturus". No faltan quienes llegan a sostener que
esta apuesta por la libertad del nacido al precio de la solidaridad con el
"no-nacido" es una variante -debidamente puesta al día- del "darwinismo
social" ("el pez grande se come al chico") que ha venido siendo
patrimonio exclusivo de la derecha más rancia y beligerante. Según esta
observación, nos encontramos con que la izquierda está siendo contaminada
-sobre todo, en su versión más radical- por este axioma de la derecha cuando
defiende, por ejemplo, "el derecho al aborto". Cuando ello sucede,
recuerdan estos críticos, dicha izquierda queda contaminada por la
lógica "depredadora" que, tradicionalmente, había venido
siendo patrimonio de la derecha.
Y tampoco es novedad alguna que la
derecha prefiera defender (a veces, hasta apasionadamente) el derecho a la vida
del no-nacido o del "nasciturus" sin dejar de mirar a otro
lado u oponerse frontalmente a las iniciativas y decisiones que buscan
garantizar la posibilidad de una existencia medianamente digna a los ya nacidos
y, concretamente, a los más pobres y necesitados. Tal es el caso, por ejemplo,
de las críticas que, como una especie de eterno "ritornello", hay que
escuchar de ellos en el País Vasco sobre la Renta de Garantía de Ingresos
(RGI); sobre todo, cuando se aproximan citas electorales. Sin negar que este
mecanismo de solidaridad con los más necesitados es mejorable en muchos
aspectos y que no está exento de la picaresca que es propia y habitual de la
condición humana (más allá de que se sea nacional o extranjero), es
incuestionable que a la derecha no le gusta nada dicha Renta de
Garantía de Ingresos ni la apuesta que canaliza por garantizar un
mínimo vital básico a todas las personas y familias que no disponen de recursos
económicos suficientes. He aquí un ejemplo en el que la derecha, siendo
formalmente solidaria con los "no-nacidos", muestra su rostro
insolidario y beligerante con los vivientes.
Pues bien, frente a la falta de
"locura o coraje solidario" de la izquierda con los
"no-nacidos" (en nombre de la libertad personal) y frente al
"darwinismo social" de la derecha con los pobres (en nombre de la
rentabilidad y al precio de la solidaridad), Francisco recuerda que lo
propiamente "católico" (mejor dicho, cristiano) pasa por acoger el
derecho a nacer del "nasciturus" y el derecho a vivir dignamente del
ya nacido para no morir "antes de tiempo". Y más, si es pobre o está
condenado a serlo. Como se ve, una posición para nada equidistante,
además de coherente. La culpa de ello la tiene, una vez más, el Evangelio,
caricia y aguijón a la vez. Guste o no. Sencillamente, ¡fantástico!
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